Para abrir boca con una anécdota que muchos degustarán con maldad… Bienvenidos a… «No paro de cagarla».
No tenemos claro si se tratará de una sección fija o de artículos sueltos… Me temo que la sección acabará siendo necesaria.

Con la emoción de haber llegado a nuestro primer destino y las ganas locas de reunirnos con nuestros primeros anfitriones, trincamos nuestras flamante mochilas nuevas y atravesamos el puesto de inmigración en menos que canta un chiken… Nos fuimos del tirón a cenar y a dar un paseo nocturno por Montreal. El ambiente festivo y la mezcla de gente nos ayudó a luchar contra el sueño del jetlag y para cuando llegamos a casa, era casi medianoche. Et la, c’est le drame! = Y solo entonces nos dimos cuenta de la cagada : una de las mochilas, pese a ser de la misma marca, no era nuestra (en concreto, mía).
Varios indicios debieron llamar nuestra atención : la mochila era igual de grande que la de Guillermo (la mía era más pequeña), el color y el modelo no eran del todo idénticos al nuestro, llevaba un candado con hojitas de arce y una flamante etiqueta de plástico con la bandera canadiense (que no reproduciremos aquí por cuestiones de privacidad) con la dirección y correo electrónico de su legítimo propietario.
Mientras yo repetía en bucle «he cogido otra mochila», a mi alrededor, se había puesto en marcha una misión de rescate. Guillermo contactó con el propietario de la mochila, Julie habló con el aeropuerto y a la mañana siguiente, nos fuimos todos (Julie, François, bebé y mahales) al aeropuerto a dejar la mochila ajena y recuperar la nuestra… !con éxito!

Moraleja: Antes de salir del aeropuerto, busca a tu duende juevero.
Duende juevero

Próximamente en Mahales por Canadá… Recorremos la campiña de Quebec, degustamos cervezas de mil sabores en las «micro-brasseries» o «micro-breweries» (fábricas de cerveza) y visitamos a Simon, un joven aficionado al lúpulo.