Llegamos a San Pedro de Atacama después de atravesar el desierto de Uyuni. Aún estábamos algo machacados de tanto trote y no queríamos hacer muchas excursiones de día. Al final no paramos de visitar cosas…¡y no vimos más por una cuestión de timing! Y es que San Pedro cuenta con cielos estrellados que atraen a gente todo el año. Comprendimos nuestro error de planificación cuando vimos que en las agencias tenían colgado este cartel : «Cerrado por luna llena, volvemos en cuatro días». Nosotros solo nos quedamos eso, cuatro días, por lo que nuestras actividades se resumieran a cenar en un carrito vegano bajo las estrellas… y la maldita Luna llena.

Al ser nuestra primera parada chilena y no haber hecho mucha investigación previa, descubrimos curiosidades como que en Chile eso de beber en la calle es complicado, que existen lugares llamados botillerías donde se puede comprar alcohol envuelto en bolsas de papel a la americana, aun le doy vueltas a esa I

Pero volvamos a nuestras actividades… Usando nuestro hotel como base de operaciones, pudimos visitar la Laguna Cejar y sus aguas saladas que harían flotar a un submarino. Afortunadamente hay duchas para quitarse el salitre!

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Los géiseres de Taito. Un madrugón curioso para llegar a tiempo de ver el amanecer rodeados de vapores sulfurosos y un pelete sobrenatural.

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El valle de la Luna. Donde no se han rodado pelis ambientadas en Marte, ¿por qué?

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No dio tiempo para mucho más, nos acordamos mucho de la zona árida de Perú, las noches frías y las tardes tórridas.
De allí nos llevamos un par de cosas aprendidas más: que los residentes llaman al pueblo San “Perro” por la barbaridad de perros abandonados que hay por las callejas y que el exceso de turistas y fiestas termina con prohibiciones estúpidas 😉

Tres días después partíamos rumbo a La Serena, una pequeña ciudad en la costa al sur de Antofagasta.
Ideal para celebrar la Navidad en compañía de otros viajeros, descansar una semana haciendo nuevos amigos y recargando baterías antes de abandonarla para celebrar el año nuevo más cerca de Santiago. Sería la última playa donde podríamos bañarnos en un laaaaaargo periodo, y es que el verano austral tiene poco de verano.

Llegamos a Valparaíso justo antes que las masas de gente, no lo sabíamos pero Valparaíso es uno de los GRANDES destinos para los chilenos en año nuevo. Menuda fiesta se pegaron, os prometemos que nosotros a penas salimos 😉

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Valparaiso, «Valpo» para los amigos, es una ciudad en cuesta, todas las colinas (cerros) que miran al mar están llenos de casas de colores, de extraños balcones y grafitis hasta decir YA NO CABEN MAS. Nos gustó, nos trataron bien y disfrutamos como enanos de un 31 de diciembre lleno de ruido, colores y algo de botillerías.

Mahal, eres un crac de la síntesis, pero creo que Valpo se merece un poquito más…

Para empezar, una mención especial a Nancy y Gerardo, nuestros anfitriones. Nos sacaron a pasear por las noches festivas de la ciudad, nos llevaron a dar una nocturna y gélida vuelta en barco por la bahía y compartieron con nosotros las uvas (en tiempo real). Lo mejor, los fuegos artificiales desde la terraza de la casa de Avenida Alemania con calle Israel (sí señores, allí estaba nuestro alojamiento). De verdad, id a las dunas (aunque estén lejos), id a pasear por los cerros (paseo yugoslavo), visitad sus museos (Pablo Neruda, el palacio Baburizza), bichead por las calles en busca de ese grafiti que solo vosotros vais a encontrar… Para acabar, lo que igual no hace falta ver : Viña del Mar. Estaba petado de gente, todo era caro de pelotas, había mucho postureo y nadie disfrutando del «mar» (porque esta frío y es muy movido).

Si alguna vez te pilla con hambre, no dudes : pídete un completo (donde sea estará bien). Y si te pilla con mucha hambre, vete a El Pimentón (cerca de la parada de colectivos en Avenida Ecuador) y date un homenaje en un bar con personalidad y comida para dar y regalar. Si lo que quieres es pescado, te recomendamos Porto Viejo (cerca del Antiguo Mercado de Valparaíso). No es que nos limitáramos a comer, es que la comida estaba buenísima.

Desde allí, el 3 de Enero, salíamos hacia Santiago de Chile. Todo el mundo nos avisaba del calor, del mucho calor que haría en la ciudad. Pero nadie nos dijo lo vacía que estaría. Eso, creo, que nos hizo apreciarla un poco mas. Teníamos cuatro días para recorrer Santiago, cuatro noches hasta que nos dieran la primera furgo de nuestro viaje (luego se nos hicieron cinco, pero eso es otra historia). Estábamos en pleno centro artístico/cultural/histórico, así que la inmersión en la cultura y actualidad chilenas fue total. Los paseos guiados (semigratuitos) que ya habíamos probado en Lima y Quito, nos sirvieron para comprender mejor el desarrollo de la capital y el significado de los murales que decoran sus calles. No hay paredes desnudas en Santiago. También hicimos una escapada al Museo a cielo abierto de San Miguel, una iniciativa para devolver alegría e identidad a una zona a través de… MURALES!!!

Para completar la visita de Santiago, no pueden faltar la subida al Cerro de San Cristobal (a pie o con tren cremallera). Sus caminos te permiten desconectar un poco de la ciudad, elevarte y alejarte del cemento. La Chascona, casa de Pablo Neruda, te transporta a otro tiempo, un tiempo oscuro pero también lleno de simbolismo. Tampoco faltó la visita al cementerio y el homenaje a personalidades como Victor Jara o Violeta Parra.

Aprovechando que se desarrollaba la semana cultural de Santiago a Mil, asistimos a un par de exposiciones y una obra de teatro. No comprendimos todas las alusiones a personajes chilenos pero sí lo más importante : la democracia está en crisis.  ¿Desea saber más?

No todo sería cultura… Había que probar el Pisco Sour. Para quien no lo sepa, hay un pique entre pisco peruano y pisco chileno. Para solucionarlo, fuimos a un lugar donde puedes probar ambos y comprendes mejor el origen de esta rivalidad «La República del Pisco«. Para cerrar el episodio etílico, seguimos los consejos de chilenos que habíamos conocido en La Serena y fuimos a tomar un TERREMOTO + TSUNAMI en La Piojera !Qué borrachera más tonta a las cuatro de la tarde! No sabemos si recomendarlo o no… 😉

Casi lo olvidamos, pero hay un lugar donde culturetas y gente de buen comer coinciden : The Clinic (en Avenida Brasil). Descubrimos primero la revista en San Pedro de Atacama y seguimos comprándola en Valparaíso. Se trata de un formato periódico semanal de corte contestatario y con mucha sátira política y social. Pero para nuestra grata sorpresa, también tienen cervecerías a imagen y semejanza de la revista. Para colmo, el menú (que te puedes llevar como recuerdo) no tiene desperdicio. Nuestra estancia en Santiago no pudo tener mejor cierre que una «picada» en su sede capitalina de Avenida Brasil. ¿Desea saber mor? La versión online de la revista tiene menos encanto pero aquí está ( pero de la de los bares está muy currada, no dejéis de leer la carta)

 

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