Curro… ¿tú no habías ido a Cuba a ver a unos amigos?

De ahí, a presentarnos en Vedado para disfrutar de sus calles y nuestros anfitriones, solo bastaron un par de mensajes. Arantxa/Liber – Liber/Arantxa, no podemos agradeceros lo suficiente TODO lo que habéis hecho : los batidos frescos, las conversaciones en la mejor terraza de la ciudad, la música, la música, la música…

Pero todo esto se haría de rogar porque fuimos directamente a Cienfuegos, ciudad cuyo nombre rinde honor a Domingo Cienfuegos, uno de los padres de la revolución. Os ahorraremos los detalles prácticos (desplazamiento en taxi por haber perdido el último bus, llegada al airbnb y batalla con las tarjetas de internet) y os dejaremos con sus calles, que aunque no conservan su antiguo esplendor señorial, sí mantienen un encanto que cautiva: fachadas, azulejos, ventanales…
Y esas puestas de sol en la bahía…
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Una buena mañana, hicimos un viaje en el tiempo y fuimos a «pasear» (= de visita) a Trinidad. Excepto por la inevitable presencia de turistas (como nosotros), todo lo demás nos transportaba a un siglo atrás: los coches no circulan por las calzadas de cantos rodados, tan solo las bellas antiguallas de antes de la revolución decoran las calles que rodean el casco viejo, las fachadas de las casas están encaladas y decoradas con vivos colores… Entrábamos en algunas casas palacio a curiosear, subimos al campanario (después de las vistas desde el Palacio Ferrer y la Casa Valle… era difícil superarlo) y vimos las colinas, los tejados… Antes de irnos y siguiendo el consejo de nuestro anfitrión en Cienfuegos y nos tomamos unos tragos de «canchánchara»: deliciosa mezcla de miel, aguardiente de caña, jugo de limón y hielo. Se remonta al siglo XIX, cuando los mambises (insurgentes cubanos) lo tomaban para luchar contra el frío durante los fríos amaneceres durante las guerras de independencia contra ya sabemos quién…

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Y la perla del Caribe la habíamos dejado para el final. Volvimos a La Habana de nuevo en taxi, donde tuvimos el encuentro más improbable : la madre de un joven ingeniero informático cubano que vive en…¡Vera! La conversación se llenó de referencias lorquinas y planes de futuro hasta llegar a «La casa del Vedado», que nos esperaba con las puertas y los brazos abiertos. Nos abrazó tanto, tanto, tanto… que costó salir de allí. Pero quién saldría con unas vistas como las de esta terraza

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Pese a todo, acabamos saliendo y paseando por las calles capitalinas : paseo hasta el Malecón, visita a la exposición sobre el EZLN en la Casa de las Américas, paseo por la avenida de los presidentes y llegada al monumento a la Revolución con subida al ascensor con vistas a la ciudad incluida. Y una cerveza a la salud del Comandante.
La Habana Vieja con Arantxa y Liber y sin ellos…¡no hay color! Para empezar, llegar allí, en taxi normal (no taxi turista) no tiene desperdicio.
Parada en varios edificios espectaculares, con historias para contar hasta el amanecer, paradas con birra y pizzas para llevar en la Plaza de Armas y en alguno de los rincones de la Clandestina (asociación de bares y comercios de la Habana vieja).
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El broche de oro, lo pusimos en la FAC (Fábrica de Arte Cubano) y en la mejor compañía: Concierto de Chuchito Valdés (Bebo, Chucho… pues la tercera generación), exposiciones diversas de artistas extranjeros y nacionales, pase de modelos, performance de danza contemporánea, cenita… ¡¡¡y la entrada solo son 2 euros!!!

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Que nadie se lleve las manos a la cabeza… también hemos ido a la playa, pero veníamos de Tulum y no teníamos prisa. Fue breve, intenso y tan blanco y azul como las barras de la bandera cubana.

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Imposible resumir todo lo que disfrutamos en casa de Arantxa y Liber, compartiendo sus amigos, su nevera, sus vistas, su música… Baste decir que tenéis una casa en Tokio (en cuanto nosotros la hayamos encontrado) y Frank Delgado nos sigue aunque no hayamos podido verle en directo.

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